jueves, 20 de mayo de 2010

Pentecostés.




Según el Catecismo de la Iglesia Católica, el Espíritu Santo es la "Tercera Persona de la Santísima Trinidad". Es decir, habiendo un sólo Dios, existen en Él tres personas distinas: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Esta verdad ha sido revelada por Jesús en su Evangelio.


El Espíritu Santo coopera con el Padre y el Hijo desde el comienzo de la historia hasta su consumación, pero es en los últimos tiempos, inaugurados con la Encarnación, cuando el Espíritu se revela y nos es dado, cuando es reconocido y acogido como persona. El Señor Jesús nos lo presenta y se refiere a Él no como una potencia impersonal, sino como una Persona diferente, con un obrar propio y un carácter personal.

El Espíritu Santo, el don de Dios

"Dios es Amor" (Jn 4,8-16) y el Amor que es el primer don, contiene todos los demás. Este amor "Dios lo ha derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos ha sido dado". (Rom 5,5).

Puesto que hemos muerto, o al menos, hemos sido heridos por el pecado, el primer efecto del don del Amor es la remisión de nuestros pecados. La Comunión con el Espíritu Santo, "La gracia del Señor Jesucristo, y la caridad de Dios, y la comunicación del Espíritu Santo sean con todos vosotros." 2 Co 13,13; es la que, en la Iglesia, vuelve a dar a los bautizados la semejanza divina perdida por el pecado. Por el Espíritu Santo nosotros podemos decir que "Jesús es el Señor ", es decir para entrar en contacto con Cisto es necesario haber sido atraído por el Espíritu Santo.

Mediante el Bautismo se nos da la gracia del nuevo nacimiento en Dios Padre por medio de su Hijo en el Espíritu Santo. Porque los que son portadores del Espíritu de Dios son conducidos al Hijo; pero el Hijo los presenta al Padre, y el Padre les concede la incorruptibilidad. Por tanto, sin el Espíritu no es posible ver al Hijo de Dios, y, sin el Hijo, nadie puede acercarse al Padre, porque el conocimiento del Padre es el Hijo, y el conocimiento del Hijo de Dios se logra por el Espíritu Santo.

Vida de fe. El Espíritu Santo con su gracia es el "primero" que nos despierta en la fe y nos inicia en la vida nueva. El es quien nos precede y despierta en nosotros la fe. Sin embargo, es el "último" en la revelación de las personas de la Santísima Trinidad.

El Espíritu Santo coopera con el Padre y el Hijo desde el comienzo del Designio de nuestra salvación y hasta su consumación. Sólo en los "últimos tiempos", inaugurados con la Encarnación redentora del Hijo, es cuando el Espíritu se revela y se nos da, y se le reconoce y acoge como Persona.


El Paráclito. Palabra del griego "parakletos", que literalmente significa "aquel que es invocado", es por tanto el abogado, el mediador, el defensor, el consolador. Jesús nos presenta al Espíritu Santo diciendo: "El Padre os dará otro Paráclito" (Jn 14,16). El abogado defensor es aquel que, poniéndose de parte de los que son culpables debido a sus pecados, los defiende del castigo merecido, los salva del peligro de perder la vida y la salvación eterna. Esto es lo que ha realizado Cristo, y el Espíritu Santo es llamado "otro paráclito" porque continúa haciendo operante la redención con la que Cristo nos ha librado del pecado y de la muerte eterna.

Espíritu de la Verdad: Jesús afirma de sí mismo: "Yo soy el camino, la verdad y la vida" (Jn 14,6). Y al prometer al Espíritu Santo en aquel "discurso de despedida" con sus apóstoles en la Última Cena, dice que será quien después de su partida, mantendrá entre los discípulos la misma verdad que Él ha anunciado y revelado.

El Paráclito, es la verdad, como lo es Cristo. Los campos de acción en que actúa el Espíritu Santo, son el espíritu humano y la historia del mundo. La distinción entre la verdad y el error es el primer momento de dicha actuación.

Permanecer y obrar en la verdad es el problema esencial para los Apóstoles y para los discípulos de Cristo, desde los primeros años de la Iglesia hasta el final de los tiempos, y es el Espíritu Santo quien hace posible que la verdad a cerca de Dios, del hombre y de su destino, llegue hasta nuestros días sin alteraciones.

Símbolos

Al Espíritu Santo se le representa de diferentes formas:

•Agua: El simbolismo del agua es significativo de la acción del Espíritu Santo en el Bautismo, ya que el agua se convierte en el signo sacramental del nuevo nacimiento.

•Unción: Simboliza la fuerza. La unción con el óleo es sinónima del Espíritu Santo. En el sacramento de la Confirmación se unge al confirmado para prepararlo a ser testigo de Cristo.

•Fuego: Simboliza la energía transformadora de los actos del Espíritu.

•Nube y luz: Símbolos inseparables en las manifestaciones del Espíritu Santo. Así desciende sobre la Virgen María para "cubrirla con su sombra". En el Monte Tabor, en la Transfiguración, el día de la Ascensión; aparece una sombra y una nube.
•Sello: Es un símbolo cercano al de la unción. Indica el carácter indeleble de la unción del Espíritu en los sacramentos y hablan de la consagración del cristiano.

•La Mano: Mediante la imposición de manos los Apóstoles y ahora los Obispos, trasmiten el "don del Espíritu".
•La Paloma: En el Bautismo de Jesús, el Espíritu Santo aparece en forma de paloma y se posa sobre Él.

Fuente: aciprensa.com

jueves, 13 de mayo de 2010

A l@s acólit@s


CARTA DEL PAPA JUAN PABLO II A LOS MONAGUILLOS


Queridos monaguillos:
Vuestro compromiso en el altar no es sólo un deber, sino un gran honor, un auténtico servicio santo. Quisiera ofreceros algunas reflexiones a propósito de este servicio.

La túnica del monaguillo es particular. Recuerda al vestido que lleva quien es acogido en Jesucristo en la comunidad. Me refiero al vestido bautismal cuyo significado profundo explica san Pablo: "Todos los bautizados en Cristo os habéis revestido de Cristo" (Gál 3, 27).

Si bien a vosotros, queridos monaguillos, os queda ahora ya muy pequeño el vestido bautismal, os habéis revestido con el de los monaguillos. Sí, el bautismo es el punto de partida de vuestro "auténtico servicio litúrgico", que os pone al lado de vuestros obispos, sacerdotes y diáconos (cf. Sacrosanctum Concilium, n. 29).

El monaguillo ocupa un puesto privilegiado en las celebraciones litúrgicas. Quien ayuda a misa, se presenta ante una comunidad. Experimenta de cerca que en todo acto litúrgico Jesucristo está presente y actúa. Jesús está presente cuando la comunidad se reúne para rezar o alabar a Dios. Jesús está presente en la Palabra de las sagradas Escrituras. Jesús está presente sobre todo en la Eucaristía, en los signos del pan y del vino. ... Él actúa por medio del sacerdote que "in persona Christi" celebra la santa misa y administra los sacramentos.



De este modo, en la Liturgia sois mucho más que simples "ayudantes del párroco". Sois sobre todo servidores de Jesucristo, del eterno Sumo Sacerdote. Así, vosotros, monaguillos, estáis llamados en particular a ser jóvenes amigos de Jesús. Profundizad y cultivad esta amistad con Jesús. Descubriréis que habéis encontrado en Jesús un auténtico amigo para toda la vida.

Con frecuencia el monaguillo lleva en su mano una vela. Recuerda a lo que dijo Jesús en el Discurso de la Montaña: "Vosotros sois la luz del mundo" (Mt 5,14). Vuestro servicio no puede quedar limitado al interior de la Iglesia. Debe irradiarse en la vida de todos los días: en la escuela, en la familia y en los diferentes ámbitos de la sociedad. Pues quien quiere servir a Jesucristo dentro de la iglesia tiene que ser su testigo por doquier.
¡Queridos niños! Vuestros contemporáneos esperan la auténtica "luz del mundo (cf. Jn 1,9). No tengáis vuestro candelero sólo dentro de la iglesia, llevad la llama del Evangelio a todos los que están en las tinieblas y viven un momento difícil de su existencia

Pastoral de Acólitos


Domingo 16 de Mayo, Encuentro de acólitos, a las 10 hrs hasta las 11:30 hrs en nuestra Parroquia San Antonio. Estarán a cargo Joselyn y Constanza Arce.
No olviden traer biblia, para iniciar el encuentro con la Lectio Divina.
Un abrazo, nos vemos....